domingo, 1 de octubre de 2023

Comiendo y escuchándome.

La mesa sensorial que mide las emociones de los comensales mientras comen.


“Bienvenido a la mesa sensorial. Estamos en Huesca, en el Instituto Tecnológico de Aragón“, me dijo en voz alta Rafael del Hoyo, científico, que en el momento de la presentación se hallaba rodeado de un grupo de cocineros. “Nos planteamos algo apasionante, analizar el mundo de las emociones desde un punto de vista culinario. Es una satisfacción presentarte nuestra mesa sensorial, todavía un prototipo tras muchos meses de trabajo. Se trata de una herramienta con la que intentamos medir las emociones, buenas o malas, que experimentan los comensales en los restaurantes. A gran escala nuestro trabajo en Itainnova consiste en desarrollar tecnologías que ayuden a mejorar el trabajo de las empresas aragonesas. En este caso, restaurantes, pymes inmersas en los procesos de digitalización de los que tanto se habla“.


¿Cómo funciona la mesa sensorial?, le pregunté, con cierto recelo mientras observaba de soslayo el extraño vástago blanco, con un ojo en un extremo que presidía la mesa redonda que nos tenían preparada en la sala contigua a la cocina. “Utilizamos tecnologías de visión por ordenador. Las imágenes que capta el ojo de ese vástago se traducen en indicadores de las emociones que experimentan a lo largo de un menú los clientes de cualquier restaurante. Nos regimos por el modelo de medición de la Universidad de Stanford. Método de trabajo que hemos ido adaptando a nuestro mundo con objeto de que los cocineros, camareros y sumilleres puedan mejorar o modificar sus comportamientos y resolver algunas de las preguntas que tanto les preocupan: ¿qué sensaciones despierta un plato entre los clientes?, ¿cómo debemos presentarlo en la mesa, de manera sucinta o acompañado de un largo relato?”.


¿Estamos ante algo revolucionario?, volví a interrogarle.

“No es nada nuevo. Se trata de la adaptación de sistemas que aplican compañías multinacionales para medir las reacciones de los clientes en los lineales de las grandes superficies. Métodos que intentan averiguar las expectativas que generan determinados productos y los motivos que incitan a la compra. Hasta hace poco se trataba de tecnologías demasiado costosas. Ahora, gracias a que la inteligencia artificial se ha democratizado, nos resultan accesibles. Con una simple cámara y un ordenador podemos interpretar de manera sencilla los gestos y las miradas de los comensales“.

¿Introducen correcciones al modelo de Stanford?


“Retocamos los algoritmos a diario. Esto es un laboratorio. La teoría general nos dice que mirar hacia abajo implica tristeza. En un restaurante sucede al revés y nuestra vista se dirige hacia los platos de manera obligada. Al masticar el hecho de apretar los dientes y marcar las mandíbulas puede interpretarse como un gesto de enfado, algo que hemos corregido. Tenemos estudiadas las reacciones negativas que se generan en los comensales cuando les decimos que no fotografíen los platos, por ejemplo. Manejamos múltiples parámetros que seguimos afinando. No hay ninguna herramienta que interprete las emociones gastronómicas. Nuestra mesa sensorial es pionera en su género“.


¿Qué imágenes procesa el sistema?


“Aparte de la cara, que es la ventana del alma, influye el pulso y otros detalles. La inteligencia artificial tiene en cuenta las miradas, el movimiento de los ojos y las expresiones faciales. Interpreta las sonrisas y los silencios incómodos. Las caras que hemos analizado a lo largo de este año nos han permitido mejorar las escalas de valoraciones. Y todavía nos quedan por retocar algunos parámetros para que resulte lo más fidedigno posible“.


¿Podrían llegar a ser más fiables los resultados de la inteligencia artificial que las opiniones verbales de los comensales?


“En determinados casos, sin duda. Cuando concluye una comida y el cocinero saluda a una mesa, la mayoría de los comensales afirman cosas ciertas y otras que no lo son en absoluto, tal vez por respeto o cortesía. Con el autor de los platos delante la gente miente y cuesta afirmar que algo no ha gustado. En distintas fases de nuestro estudio pedíamos a los participantes que puntuaran los platos. Y en las fichas de cata todo eran dieces, uno tras otro. Sin embargo, las emociones que nos medía el sistema nos demostraban que determinadas recetas habían despertado más entusiasmo que otras, incluso que no llegaban a satisfacer como se decía“.

Tras este apasionante diálogo nos invitaron a pasar al banco de pruebas, la mesa donde íbamos a degustar un menú preparado por varios cocineros de Aragón convocados al evento. Frente a aquel ojo inquietante sentamos nuestros reales cuatro comensales: Carmelo Bosque, cocinero; Salvador Alagón, hostelero; Luis Laiglesia, periodista, y yo mismo. Cuando antes de comenzar comenté en voz alta que tenía la sensación de que nos sentábamos a comer bajo la mirada crítica de un psiquiatra, provoqué la hilaridad de los presentes.


Entre sonrisas y comentarios dimos cuenta de las nueve mini raciones del menú más una tartita de queso no prevista y los bombones de Raúl Bernal, el grandísimo pastelero oscense, con el mejor bombón artesano de España en 2023.


Comenzamos con la Cruz de navajas, mejor tapa del campeonato oficial de Hostelería de España 2023 que presentó Susana Casanova, del restaurante La Clandestina, en Zaragoza, bocado demasiado abigarrado; siguió el puerro confitado, presentado por la misma cocinera, que adolecía de exceso de mostaza, algo que le comentamos; continuamos con el escabeche de paloma, mejor tapa provincial de Huesca 2023 a cargo de Iris Jordán del restaurante Ansils en Anciles, equilibrado; luego el pan chino o mantou con berenjenas, kimchi y papada de Jorge Zanuy, del restaurante L´Usuella de Barbastro, finalista del concurso de Tapas de Huesca en 2023, nada convincente. Siguieron los callos de colmenillas de Iris Jordan, magníficos; las judías desgranadas de Ballana con lenguas de Bosque de Josetxo Souto y José Ramón Aso, del restaurante Callizo, de Ainsa en Huesca, suculentas; los sensacionales espárragos de montaña al chili-chilindrón, de nuevo de Josetxo Souto y José Ramón Asa; y el guiso de tendón y camarón de Cristian Palacio, cocinero del restaurante Gente Rara, excelentes. Por último, el postre de sangre, avellana y vainilla que, tras el rechazo inicial que nos generó el enunciado, terminó por convencernos. La tartita de queso nos entusiasmó sin paliativos, mientras que los bombones de Raúl Bernal generaron en todos nosotros una sonrisa irrefrenable.


Minutos después irrumpía en escena Rafael del Hoyo con los resultados reflejados en una gráfica. ¿Cómo hemos terminado?, le preguntamos con gran curiosidad. “Ha habido de todo. Los platos calientes han gustado más que los fríos y los de cuchara por encima del resto. El cuarto plato, el mantou o bollito chino con berenjenas, es el que menos os ha satisfecho. La tarta de queso os ha generado explosiones positivas y el nueve, la sangre con avellana y vainilla, el de mayores discordancias. Cada plato ha provocado emociones dispares. Tenemos que analizarlas con detenimiento. La mesa valora las sensaciones del conjunto de comensales. Sin duda, el efecto positivo de la cuchara se ha notado. El plato de judías con lengua de bosque y el de tendón con camarones os han entusiasmado. Lo mismo que los callos de colmenillas. Bien entendido que las emociones no se pueden cuantificar en una sola experiencia, existen factores exógenos susceptibles influir en los resultados, desde vuestro estado de ánimo a las personas con las que habéis compartido la mesa. La presentación que los sumilleres os han realizado de cada uno de los vinos también ha sido valorada de forma positiva“.


A partir de ese momento el debate se amplió a los cocineros y sumilleres que nos acompañaban. Cristian Palacio, del restaurante Gente Rara, sentenció de forma precisa: “La receptividad de los comensales disminuye a medida que avanza un menú. Después de un plato considerado bueno, el siguiente no se valora de la misma forma. Las emociones se contraponen. Los picos y valles son determinantes“.


¿Qué aplicación tiene la mesa sensorial de cara al futuro?, volví a interrogar a Rafael del Hoyo.


“Puede ayudar a entender a los clientes y a mejorar sus experiencias en los restaurantes. Se trata de una herramienta que permitirá comprender los gustos de las personas y agradarlas en la medida de lo posible. Contribuirá a perfeccionar los platos y el servicio de la sala y a cambiar los sistemas de trabajo en un restaurante siempre que sea necesario”.



Publicado en El País el 1 de octubre del 2023



sábado, 18 de marzo de 2023

viernes, 13 de enero de 2023

Postureo de aromas

Cine: El Menú

Imprescindible: Un thriller gastronómico trágico - cómico con el que uno se reirá del postureo de aromas y sabores de comidas y vinos.




Crítica de Javier Ocaña.

El menú llega para refrendar el buen momento culinario en las pantallas. La apuesta es un thriller de entretenimiento y suspense, trufado de sátira sobre los restaurantes de lujo, mala uva meta cinematográfica, acerada crítica social y un desafío por el arte como única forma de vivir y hasta de morir.

Una experiencia culinaria única. Así se vende el restaurante de la película, solo apto para bolsillos extraordinarios, 1.200 euros por cabeza, situado en una isla privada y apartado de cualquier ciudadanía al margen del propio establecimiento y sus trabajadores. Y hasta allí llega una serie de comensales, todos ellos distintos en formación y objetivos respecto de la comida, y con dos únicos puntos en común: tienen suficiente pasta como para pagar la noche, y en cierto modo han sido elegidos por el chef para poner en ellos su arte, su odio e incluso sus cuchillos. El resultado es una experiencia cercana a lo teatral —aunque con un buen sentido visual por parte de Mark Mylod, de amplia experiencia en la televisión—, sucesivamente inquietante, procaz, graciosa, cruel y macabra. De limitada profundidad, pero efervescente.

En su primer e imaginativo guion para cine, Seth Reiss y Will Tracy disparan con bala en múltiples direcciones: hacia los críticos gastronómicos (extensivo, por supuesto, a los cinematográficos), por su excesivo poder para levantar y hundir carreras; hacia los que nada entienden de gusto, placer y sensaciones, y solo porque tienen posibles son asiduos a este tipo de lugares, pese a su insensibilidad; hacia los jóvenes nuevos ricos de las corporaciones financieras; hacia la dictadura de la imagen y la fama; hacia los fanáticos de las más sofisticadas técnicas que no saben cocinar algo rico y rápido; y hacia la obsesión por la parafernalia exterior que envuelve platos que son la pura nada. En definitiva, hacia la pretenciosidad y los nuevos modos de la alta cocina como expresión de un ejército de cocineros dispuestos a todo, incluso a la degradación más risible, en pos del triunfo.

Un conglomerado de odios que envuelve a los personajes, siempre dominados por el chef que interpreta a la perfección Ralph Fiennes, de mirada abrasadora, dicción en la que se escupe cada sílaba e implacable ritmo en su fraseo lento y elegante, conformando finalmente una experiencia que podría entroncar tanto con un cluedo a lo Agatha Christie como con un Saw bajo en calorías. Una comedia negra sobre la tontería social contemporánea, un thriller sobre el imposible sueño de la perfección, y una sátira sobre el engreimiento, la estupidez y la más insana de las venganzas.

viernes, 9 de septiembre de 2022

Vender vino

 Vender vino.

Cualquier bar que quiera potenciar su venta de vinos, ante todo debe anunciarlo.  Y lo mínimo, aparte de servirlo a una temperatura adecuada, que es lo más importante y en una copa de boca ancha, es dar a conocer lo que tiene.

La propuesta que hacemos desde Críticos Bar es que deben anunciarlo como un cartel que dejamos aquí abajo como ejemplo.

Describimos dicho cartel.

Muy importante: Cantidad que vamos a servir. Aquí hemos propuesto 100 ml. por copa.

Nombre de la botella de vino: Bouza do rey, Tionio, Dehesa la Granja.. La que sea.

D.O. La denominación de origen. También es verdad que se comercializan vinos que no están en las D.O. y son excelentes. Se puede poner la zona geográfica.

Color: B = Blanco. R = Rosado. T = Tinto.

Uva: Variedad de uva: Tempranillo, Garnacha, Syrah, Pinot noir, etc. La que corresponda.

Elaboración: Naturales, ecológicos o biodinámicos.

Botella: Precio por botella.

Copa: Precio por copa, si fuera el caso.








D. Diego más que un bar.

El Bar Diego, nombre castellano, evidentemente, en Villadiego (Burgos), España, ha sido abierto desde hace unos meses por Diego e Ivana, una pareja de argentinos.

Una decoración alegre y un mobiliario que bien sirve parar estar sentado en sillones o en taburetes altos para charlar o degustar sus deliciosas pizzas, empanadas, etc. y beber.

Horario partido casi siempre.  Música distinta cada día: tangos los lunes, jazz otro día, etc. Lo mejor la amabilidad y dulzura de ellos y de Nadia, persona que les acompaña en sus tareas, también argentina. Choca este ambiente sureño con lo recio y seco de nosotros, los castellanos. Y es de agradecer.

La conversación con Diego, si se puede, mientras hace sus pizzas delante de sus clientes, es de gran interés por sus conocimientos y la sensatez de sus razonamientos.

Una pena que no se pueda cambiar el nombre del establecimiento, pero si alguna vez se pudiera, LA BOMBONERA, sería el mejor.





Desde Críticos Bar  les deseamos suerte y que nos acompañen durante mucho tiempo.



Mejor caña Bien Tirada 2022 en Villadiego (Burgos)

Este año 2022, Críticos Bar ha decidido otorgar a la  mejor caña Bien Tirada (BT) en Villadiego (Burgos) al bar Capote, situado en la Plaza Mayor, s/n.

Marca Alhambra. En copa de boca ancha. Primero cerveza, segundo dejar reposar y después presión. Tres cuartos de capacidad-  Así de fácil y de sencillo.

Y a disfrutar.


Ver foto y video.






domingo, 9 de enero de 2022

El sabor, rey de los sentidos

 

El sabor, rey de los sentidos

Cada vez que un buen comensal se siente a la mesa de un acreditado restaurante los miles de millones de neuronas de su cerebro ya habrán empezado a “hervir”, como los caldos que le esperan en los fogones. Sus ojos y sus oídos ya hará rato que estarán escudriñando la información del entorno, y su cerebro y su mente la estarán evaluando. Cuando los camareros empiecen a servirle, va a requerir el concurso de todos sus sentidos, pues la experiencia será completa.


Obviamente, su primera impresión de los manjares le entrará por la retina de sus ojos. Le encantará el modo de presentarlos y cuando los aproxime a su nariz y los introduzca en su boca captará sus olores y gustos gracias a los millones de neuronas ultrasensibles de sus fosas nasales, las diferentes partes de su lengua, su paladar e incluso su faringe. Quizá ha notado que sus capacidades de oler y degustar no pierden fuerza con los años. Es así, entre otras cosas, porque las neuronas que nos sirven para oler y gustar forman parte de sentidos químicos que tienen mucho desgaste cotidiano, por lo que se renuevan frecuentemente siendo sustituidas por otras durante toda la vida. Las neuronas olfativas tienen una vida media de sesenta días y las del gusto no duran mucho más de diez.

A continuación, en su boca y su lengua notará el tacto y la textura de cada alimento, su rugosidad o su lisura, su temperatura, e incluso una ardorosa y hasta agradable sensación cuando deguste sustancias ácidas como el zumo de limón, o la guindilla, portadora esta de capsaicina, una sustancia que excita a las neuronas del nervio trigémino, el mismo, con perdón, que nos produce el dolor de muelas. Pero, volviendo a la mesa, no deje de prestar también atención al sonido que resulta de masticar los alimentos, como cuando roe una zanahoria cruda o una crujiente patata frita, o, aunque le resulte sorprendente y como sugieren los jóvenes emprendedores de Cowiners, repare también en el sonido que produce el vino al ser vertido sobre la copa, pues su oído, que está cerca de sus mandíbulas, captará todos esos sonidos para incorporarlos, sin que usted se dé cuenta, a su experiencia perceptiva global.




Si hay alguien en la mesa que trabaja más que quienes le sirven, ese es su cerebro, particularmente una parte muy especial del mismo, la corteza orbital frontal, situada en su lóbulo más anterior, justo por encima de las órbitas de los ojos. En los complejos circuitos neuronales de esa parte del cerebro se combina todas las propiedades sensoriales de los alimentos: sus colores, olores, gustos, temperatura, texturas y sonidos. Y de esa completa combinación resulta el sabor, una de las experiencias conscientes más poderosas del cerebro humano. La percepción del sabor transciende a la de sus componentes, pues no es una simple suma de sentidos, sino mucho más que eso. Cuando al olor y al gusto se añade la forma, el color, la textura y el sonido de lo que testamos, la corteza orbital del cerebro hace emerger el sabor, la sublime percepción, subjetiva y personal como todo lo consciente, que encubra al arte culinario.

Las primeras células llamadas a convertirse en neuronas aparecieron en seres marinos, quizá en las esponjas, en el periodo geológico Cámbrico, hace unos 500 millones de años, pero solo hace unos 60 millones de años, en los primates, empezó a desarrollarse la parte prefrontal del cerebro, la que funciona como el director de la mente consciente, dirige nuestros pensamientos y nos hace humanos e inteligentes. ¿No le parece fantástico que el sentido del sabor se base precisamente en la parte más noble y desarrollada del cerebro humano?

Autor: Ignacio Morgado Bernal.